17 de septiembre de 2007

Indio hacer barullo, indio tener orgullo...


Y falta menos de un mes para ¿celebrar? el día de la raza. Las esteras de los colegios primarios de pronto se llenan de indios y colonizadores en cartulina, simulando una relación de cordialidad e intercambio pacífico de elementos.
Y lamentablemente los contenidos de ciencias sociales en el colegio siguen siendo los mismos. No se quién les habrá batido que la historia que enseñan es la verdadera. La realidad distó enormemente de aquel colonizador bueno e interesado en compartir su religión con aquel pobre indígena que andaba desnudo, salvaje, que hablaba otro idioma, y carecía de creencia monoteísta alguna. El intercambio igualitario de recursos entre una sociedad y otra es un disparate del año cero. Los colonizadores daban chapitas de chapa a cambio de chapitas de oro.
Esta mañana La Voz del Interior publica una nota en donde afirma que la ONU aprobó la declaración de derechos de los indígenas. Destaca que Argentina dio el voto a favor de la Declaración, que constituye el primer texto de derechos humanos sobre el tema con alcance universal. Entre sus páginas, el documento establece que los pueblos aborígenes del mundo tienen derecho a la autodeterminación, al control de su tierra y sus recursos naturales, y la preservación de su cultura.
No hace falta volar 500 años atrás. Hoy por hoy, en nuestro país, en una provincia del noreste argentino, engañan a los indígenas vendiendo sus artesanías en las grandes ciudades a montos mucho más elevados de lo que ellos reciben por dicha producción. Los casos de desnutrición de los indios de Chaco parece hacer oído sordo en aquellos que deben hacer algo.
El exterminio de millones de indígenas creo no merece ningún tipo de celebración, de ninguna índole, y el engaño recurrente a los niñitos de la escuela primaria representa el letardo de una sociedad y una cultura con un sistema educativo transplantado, que se olvida que vive en el continente en donde 500 años atrás se devastó la identidad de una población entera.
Saber cuál fue la verdad de los hechos es un buen comienzo.

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